Las relaciones de Colombia con Estados Unidos están actualmente en revisión, ya que las políticas de Gustavo Francisco Petro Urrego sobre migración, economía y medio ambiente no están alineadas con las propuestas por Donald Trump durante su investidura presidencial. Las discrepancias en las perspectivas ideológicas entre el gobierno progresista y el partido republicano han llevado a una divergencia en las políticas, particularmente en las áreas de contraterrorismo y control de drogas. El respaldo a la visión de izquierd del Partido Demócrata de Joe Biden se enfrenta a importantes desafíos, lo que pone de relieve la necesidad de reevaluar la agenda de las relaciones bilaterales, a pesar del distanciamiento y las declaraciones de ambos líderes en las redes sociales. Es esencial que la diversidad se comprometa con la fuerza democrática de la libertad y el orden que surge del diálogo y la comprensión civilizada de la institucionalidad que debe prevalecer en el continente. Es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en AlPoniente.com que esta semana tituló «Diversidad vista desde el norte» y amplía en el podcast «Panorama Digital».

Para el PhD. Barrios Rubio el mensaje transmitido sutilmente durante la investidura presidencial de Donald Trump en Estados Unidos supone un importante revés para el progresismo socialista latinoamericano promovido por la izquierda política. El ego de Gustavo Francisco Petro Urrego, y una ideología degenerada y corrupta promovida en el continente, está seriamente lastimado con la línea nada disimulada que se impondrá desde el norte del continente. Paso a paso se desmorona el Pacto Histórico que se decía haber forjado por Colombia y se marca la ruta de su propia autodestrucción. La Casa Blanca y las políticas republicanas están siendo un desafío para quienes pretenden socavar las democracias latinoamericanas. Nicolás Maduro Moros en Venezuela, los Castro en Cuba, José Daniel Ortega Saavedra en Nicaragua, Gustavo Francisco Petro Urrego en Colombia, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, y los colectivos surgidos de Rafael Vicente Correa Delgado en Ecuador, junto con Juan Evo Morales Ayma en Bolivia y los Kirchner en Argentina, comienzan a comprender que bajo el nuevo mandato presidencial de Donald Trump, habrá un espacio limitado para quienes conviven con el activismo sindical, las corrientes guerrilleras y la violencia asociada al narcotráfico.

El enfoque adoptado durante la administración de Joe Biden, caracterizado por un cierto grado de indulgencia, va a ser sustituido por una política más estricta. El objetivo de este cambio es contrarrestar la influencia de la ideología radical woke y promover la adopción de un sentido común, valores tradicionales que se consideran más apropiados para los países en vía de desarrollo. Las turbulencias financieras en América Latina y la disminución de la inversión extranjera en todo el continente, provocadas por la inestabilidad jurídica, señalan un punto de inflexión crítico para el cambio ideológico de la región. Un reto importante para su presidente es la falta de avances y la ruptura de las negociaciones de “Paz Total” con el ELN y las disidencias de las FARC. Entorno de conflicto y pobreza que se agudizará con la llegada anticipada de inmigrantes indocumentados y delincuentes que buscan refugio en los Estados Unidos.

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