Foto Coldeportes

El diálogo social propuesto por la administración de Iván Duque pone en juego el balón en dos escenarios diametralmente opuestos. Inversión pública a qué costo.

Esta semana el gobierno nuevamente pone en juego un pulzo con el entramado social del país y su inexperiencia en la gobernabilidad de una realidad que día a día desborda los frentes de acción. El músculo del erario público se hace presente para acallar las protestas sociales del Cauca y alentar la pasión futbolera que pasa la página y sale para apaciguar los ánimos. Parece ser que el fútbol es el as bajo la manga que saca la administración Duque para distraer al pueblo y desviar la atención.

Un país polarizado, enfrascado en las objeciones a la JEP, la definición de la solicitud de extradición de Santrich, el tufillo de una oposición pescando en rio revuelto y un Gobierno que anunció a los cuatro vientos que la administración Santos había dejado un deficit de 14 billones de pesos en el presupuesto de 2019, ahora ve absorto cómo el Director de Coldeportes, Ernesto Lucena, en compañía del Presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurum, presentan ante la Conmebol la candidatura nacional para organizar la Copa América de 2020. Máximo certamen del balompié suramericano que Colombia organizó en 2001 y requirió, en ese entonces, una inversión superior a los 80 millones de dólares para adecuaciones, publicidad y atención de los requerimientos de las delegaciones. 

Priorización del gasto público para hacer frente al espectáculo de un ente privado, cuando de controles y vigilancia se refiere. Estrategia psicológica que despierta la pasión de los hinchas colombianos que recuerdan que la Copa América fue conquistada por el onceno nacional en 2001, aquel partido en el Campín en donde se derrotó a México con gol de Iván Ramiro Córdoba en la portería sur del máximo escenario capitalino. Elemento distractor que como estupenda cortina de humo busca tapar o disfrazar la ausencia de recursos para la educación, la reforma pensional que se nos avecina, la crisis migratoria en la frontera colombo-venezolana, los escándalos de corrupción, el incremento del desempleo, entre otros temas que requieren la real y urgente atención del gasto público.

La propuesta de la Presidencia habla de exsensión de impuestos y centra su apuesta en una sede única en el territorio colombiano que espera en esta oportunidad contar con la presencia de Argentina y las grandes figuras de las selecciones participantes, diferente a lo ocurrido en 2001. Alternativa más viable que compartir la organización con Argentina que limitaría el escenario colombiano a partidos de menor calado, pues los paises del cono sur del continente quedarían en canchas gauchas, y la aspiración austral es tener la fase de definición del certamen; es decir, organizaríamos e invertimos en una fiesta para gozarla a la distancia o en la casa del vecino. 

Ilusión futbolera que hace delirar a muchos, pero con los pies en la tierra pide que el Presidente asuma sus funciones a cabalidad, concentre su agenda en el diálogo social, recomponga el rumbo del País. Es momento de tomar las acciones que le corresponden como mandatario de los colombianos, imponer el orden y prestar atención a hechos de suma gravedad como los vistos en los últimos días. Llama a cuestionarse la facilidad con que de la protesta se pasó a la violencia social en la Minga del Cauca, se inflitran grupos al margen de la ley en las protestas estudiantiles y la Fiscalía incauta material, no propiamente educativo, en una Universidad Pública.

Se encienden las alarmas y cuestionan seriamente el papel del Ministro de Defensa, Guillermo Botero, y la política de seguridad propuesta desde la Casa de Nariño, la manera como se salen de todas proporciones los hechos ante la mirada pasiva de las autoridades. Cómo explicar la muerte de un indigena producto del impacto de un balín (lo que algunos llaman fuego amigo); “supuestos estudiantes” que hacen uso de un arma hechiza para intentar atacar un helicóptero de la Policía Nacional; la muerte de un sujeto, en inmediaciones de una Institución educativa pública, producto de las papas bombas que tenía en su poder; habitantes del Cauca tomando la justicia por sus manos pasando de las agresiones verbales a atacar con piedra y otros elementos contundentes el Consejo Regional Indígena del Cauca. Es necesario reestablecer el orden frente al recrudecimiento de la ola de violencia a lo largo y ancho de la geografía nacional, culminan 27 días de bloqueo, pero con ello no se soluciona el desabastecimiento de alimentos, los problemas que se presentan en la red hospitalaria, ni tampoco se purgan los extraños movimientos y acciones de las manifestaciones en las universidades públicas.

El Presidente, Ivan Duque Márquez, debe asumir compromisos responsables con la situación actual del País. Su diálogo directo con los indígenas del Cauca debe ser para estructurar planes de acción concretos y reales que no desborden la realidad fiscal. Acuerdos que garanticen que en 2 años no estaremos nuevamente hablando de bloqueos que aislan a los municipios del sur del País, acciones de hecho que reportan pérdidas importantes que impactan los diversos sectores económicos. Inversión social de recursos que hacen frente a los problemas de vivienda, la migración venezolana, el abandono social de sectores fronterizos, la crisis de la salud, la ausencia de recursos en proyectos productivos, carencia de infraetructura vial y seguridad que aquejan no solo al 3,4% de la población nacional que son los indígenas del Cauca.

Ya son casi 250 días del Gobierno de Ivan Duque Márquez y no se ve acción sobre las reales necesidades de la sociedad colombiana. Por ahora, solo resta esperar qué pasa con esta propuesta que presentará Colombia en la reunión de la Conmebol en Rio de Janeiro y cómo se desvía la atención sobre lo realmente importante y se venden globos de inversión en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla para hacer frente a un evento que llega mientras se acrecentan los problemas dada la desatención del gobierno central. La realidad nos muestra que al pueblo se le da pan, circo, fútbol y… la cruda realidad queda de lado. Estamos en una Colombia que requiere reconocer su entorno y hacer frente a los problemas locales antes de embarcarse en aventuras suramericanas.

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