Gobierno del cambio atiza el ambiente interno del país abriendo las puertas del consumo de drogas en zonas públicas, determinación de Gustavo Francisco Petro Urrego de derogar la acción policial auspicia el microtráfico y borrar los límites del adecuado comportamiento en sociedad. Reacciones de las diferentes corrientes políticas devela el sentir de la ciudadanía que atónita observa cómo se minimiza un problema de tamañas proporciones que desbordará la salud pública y la seguridad en las diferentes zonas del país. Complejo resulta que alguien que no tiene moral en su casa, venga a dictar el cómo deben los colombianos criar a sus hijos al interior de la familia. Lo que hoy vive la nación es la consecuencia de no prestar atención a las campañas, todos sabían de la pésima alcaldía de su mandatario, de su forma de gestión administrativa, de su estilo de vida y de gobernar, es lo que dice el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en AlPoniente.com que esta semana tituló «Como el cangrejo…» y amplía en el podcast «Panorama Digital».
Para el PhD. Barrios Rubio cada día, en cada acto, en cada situación, Colombia evidencia el retroceso que ha tenido el país a consecuencia de una pésima administración. Ningún ente de control pone freno y se permite que una ideología socialista acabe con todo. Paso a paso Gustavo Francisco Petro Urrego, de la mano de sus aliados, destruyen la nación. Incongruente resulta que quien dice apostar por el progresismo sea quien estratégicamente actúe para acabar con la juventud de un país, normalizando la delincuencia y ahora naturalizando el consumo de drogas. Incomprensible es que desde una figura del ministerio público se recomiende que los hijos instituyan los hogares como epicentro de la adicción.
Impunidad que se otorga desde la izquierda a la delincuencia, el microtráfico, los guerrilleros y los diferentes grupos al margen de la ley, devela que en la apuesta política del Pacto Histórico no hay dignidad, respeto, ni moral. Mal va Colombia en manos de su presidente, una persona que destruye y polariza, sujeto negativo y vengativo que es secundado por un séquito de aduladores que cree ciegamente en un caudillo de extremo que en pleno siglo XXI va por la vida con los ojos vendados. Complejo será el destino de una nación mientras su mandatario no se comporte como presidente sino como un tuitero adolescente.