La ley se aplica con imparcialidad, los recursos están disponibles y, cuando las pruebas son irrefutables, se imputan las consecuencias. Es evidente que Colombia se encuentra en un momento crucial de su historia. Es crucial reexaminar los fundamentos éticos y de comportamiento que han dado forma a la trayectoria del país. La corrupción parece haberse arraigado profundamente en todos los aspectos de la sociedad colombiana. Todo indica que se está asistiendo a la naturalización y legitimación de los actos de abuso de poder dentro de la sociedad. Esto está llevando a una ruptura del concepto ético de la acción y de las normas morales que rigen el comportamiento dentro de un colectivo. Cada vez es más común que los individuos busquen ventajas económicas en un momento dado, o que exploten su posición privilegiada en una situación concreta. Tales acciones se están convirtiendo en parte del tejido de las interacciones sociales dentro de la nación. No es aceptable utilizar la influencia indebida, el soborno, la extorsión o el fraude para lograr el resultado deseado. La corrupción es un claro indicio de una expresión anómala del tejido social de un país como Colombia, que parece haber abandonado su reputación de país del Sagrado Corazón para abrazar una cultura de Santa Corrupción. Es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en AlPoniente.com que esta semana tituló «Transgresión de la línea ética» y amplía en el podcasr «Panorama Digital».

Para el PhD. Barrios Rubio el tejido social colombiano se ve afectado diariamente por una serie de acontecimientos que demuestran la pérdida de valor e impacto de los principios éticos. La falta de un mínimo de sentido común está llevando a que en Colombia se normalicen comportamientos inadecuados. No actuar frente a estas circunstancias es un enfoque equivocado que inevitablemente resultará en costos significativos e imprevistos, a la vez que reforzará las fuerzas destructivas que actualmente controlan la nación. Cada vez es más evidente que la corrupción está presente en todo el ecosistema social colombiano, y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres es un ejemplo de ello. Los hechos que rodean a esta organización y el estatus de los personajes implicados demuestran que la corrupción ha permeado varias esferas de la sociedad colombiana. Los escándalos políticos, económicos, judiciales y sociales, entre otros, que se destapan a diario y son de gran relevancia mediática, tienen un impacto significativo en el entorno social, con individuos que emulan acciones cuestionables.

La falta de orientación moral en la base, en el hogar y en la educación básica, ha llevado a difuminar las líneas entre lo correcto y lo incorrecto, la moralidad y el comportamiento humano deseado en la comunidad. La tan repetida frase «la ética es la clave» implica que la rectitud, la honradez, la honestidad, la objetividad y otros principios afines deben ser pilares fundamentales de la conducta y la acción profesionales. A la luz de los recientes escándalos de corrupción en el gobierno del cambio en Colombia, es crucial mantener un ambiente tolerante y constructivo, evitando cualquier narrativa que pueda alimentar nuevos disturbios. Es importante reconocer las características individuales de los demás, al tiempo que se hace palpable que la izquierda está experimentando una catarsis en donde es protagonista de lo que tanto repudió cuando era oposición.

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