Reza el adagio popular que “el pez muere por la boca”, en el Palacio de Liévano en Bogotá se le suma “y por las acciones de la alcaldesa”; incoherencia permanente de Claudia Nayibe López Hernández atiza el complejo ambiente de la Capital en medio de la indisciplina y el aumento de contagios. A discrepancias políticas en temas coyunturales como el Metro, inseguridad, Hospital San Juan de Dios, Reserva Van der Hammen, Plan de Ordenamiento Territorial, Transmilenio por la 7ª y la 68, entre otras cuestiones, ahora se agregó la errática decisión de la mandataria de tomar vacaciones en medio de un rebrote que impone el confinamiento estricto en tres localidades. Estado crítico de la situación demarca UCIS al borde del colapso y zonas cerradas, discordancia comportamental en la que muchos salieron y entraron en Bogotá sin seguir los protocolos de bioseguridad.
Periodo difícil de gobernar denota la incapacidad gestora de la burgomaestre que, desde las playas costarricenses, ordenó el encierro y las restricciones a la movilidad de los capitalinos. Legitimo derecho a vacaciones, merecido respiro en espinoso año de mandato, es inoportuno en el complejo momento que delinea el Covid19 y saca a flote la mezquindad política y la hipocresía de Claudia Nayibe López Hernández con el pueblo que la eligió. Pertinencia de irse de vacaciones, en este instante, puso en discusión la astucia y la capacidad de recapacitar de la alcaldesa para entender que ya tendrá más tiempo, en el futuro, para eso; tibio proceder fue abandonar la ciudad en un intervalo trascendental en el que se debían tomar decisiones importantes, hechos que tienen un costo político y social en la imagen de la mandataria.
Victimización permanente de Claudia Nayibe López Hernández solo busca minimizar y ocultar mentiras, engaños, imprudencias y adhesiones a oscuras pretensiones del socialismo populista; apuesta de reactivación que contrasta con el modus operandi de la restricción que golpea la economía y destruye el comercio. Intereses de la ciudad y la gobernabilidad parecen no ser el objetivo de la mandataria, compromiso ético con el encargo popular implica dar ejemplo con el comportamiento y lo que se pide a los ciudadanos. El encierro que ahora se vive es producto de los actos irresponsables de la burgomaestre que se niega a asumir las consecuencias de los permisos para marchas en noviembre, la minga indígena por varios días en Bogotá, la reunión de navidad promovida por ella en barrios populares, los desmanes del comercio y la final del fútbol colombiano en plena pandemia.
Lo responsable llama a quedarse en el domicilio, se afecta el turismo en época vacacional, pero la prioridad y el ejemplo es estar en el lugar de residencia; descanso sí, pero en casa. Rabo de paja de la alcaldesa impide que la gente asimile que no tiene que salir de la casa, respetar las medidas de ausentarse solo a lo esencial y comprender que el éxito de superar esta crisis está en el autocuidado. Cantinflesco actuar, para cobrar protagonismo en los medios de comunicación, resta autoridad para promulgar y exigir normas de comportamiento; vocación de servir y concientizar a la población trasciende las medidas de bioseguridad, demanda comprender el cansancio emocional de las personas que ya van a cumplir un año sin ver a la familia y amigos.
Egolatría del poder, que invade a Claudia Nayibe López Hernández, lleva a pensar, pese a las evidencias contrarias, que, con su regreso anticipado, para ella no aplica la responsabilidad, el aislamiento preventivo y la prueba PCR de ingreso al país. Poca cuota de credibilidad, que acompañaba a la alcaldesa, se perdió al endilgar al Aeropuerto el Dorado la responsabilidad de importar el virus y pedir a los capitalinos no salir de paseo, pero ella hacer lo diametralmente opuesto, los primeros días de enero, al hacer su transito a territorio centroamericano y posterior retorno a Colombia. Paseo de fin de año no denota equilibrio razonable en “merecidas vacaciones de los gobernantes”, pero no del personal de la salud que hace frente a la pandemia.
Dignataria capitalina olvidó que se debe tener prioridades, error político envía un mensaje de falta de responsabilidad, empatía y plaga de mal ejemplo a Bogotá. Fatiga pandémica, nuevo pico y confinamiento, tras 10 meses de virus, exalta la apremiante necesidad de dejar de ver la viga en el ojo ajeno y creer que el mundo se acaba cuando se piensa y actúa de forma diferente al soberbio parecer de la mandataria. En momentos de dificultad es cuando se conoce el músculo político de un caudillo, compromiso con la vida del pueblo elector, interés por los ciudadanos. Certeza de improvisación, desorden y autoritarismo atomiza una administración que se niega a trabajar en coordinación con el Gobierno Nacional y se prepara para adjudicarse gran parte de la responsabilidad que le asiste en lo que está por pasar con la red hospitalaria de la metrópoli suramericana.
Claudia Nayibe López Hernández se equivocó totalmente en planear sus vacaciones en pleno pico del Covid19, ética y respeto de un socialismo que se pierde en las mieles del capitalismo y activa los brotes revocatorios de inconformes con la percepción de apremiantes problemas en el sistema de salud, planeación y visión de ciudad, movilidad, seguridad, economía y mucho más. Sofisma populista de la alcaldesa conlleva a que por un lado se predique y por el otro se promueva el desorden. Reactivación pide asumir responsabilidades y dejar de encontrar culpas en el otro, Colombia atraviesa por un momento en el que, si por la Casa de Nariño llueve, el Palacio de Liévano pasa una tormenta a punto de convertirse en huracán. Sordidez de la burgomaestre impidió contribuir con sus vacaciones a la reactivación económica de alguna ciudad del país, solapada actitud la llevó al extranjero en estos momentos.
Anarquía política, de la burocracia glauca, confronta el grito autoritario de Claudia Nayibe López Hernández con el evidente desacuerdo del gobierno que se opone a una medida de cuarentena estricta que lleva a la quiebra a empresarios, recrudece el desempleo y hace aun más compleja la situación social de los bogotanos. Verdes de la ira están los ciudadanos electores con el liderazgo de una mandataria que se burla de la gente que se resguarda en casa para mitigar la propagación del virus, administración política atestada de decisiones tardías, medidas absurdas e inversión inicua del presupuesto distrital. Mensaje claro de prepotencia para realizar lo indebido y mostrarlo como correcto, gobernante con punzante discurso político en los momentos de crisis, pero que abandona el mando en los momentos a la deriva.
Abandonar a su suerte una ciudad que tiene a su cargo es lo más ruin que puede hacer un gobernante, ineptitud que impide respetar las restricciones impuestas por los gobiernos para contener la pandemia del coronavirus. Despropósito político, como servidora pública, de Claudia Nayibe López Hernández está en la violación al compromiso de administrar desde el criterio. Es incomprensible que manden al aislamiento y al encierro, conscientes del sufrimiento de los demás, cuando salen a vacacionar. Irresponsable individualidad de poco interés por el colectivo en una crisis sanitaria que representan vidas, compromiso político es gerenciar la crisis, ejercer el cargo creando modelos de contención y sobretodo dando ejemplo.