Colombia transita un enmarañado escenario político, económico y social que se complejiza con los hechos que se han suscitado en los primero días de este 2024. Delirio de grandeza, sin fundamento, que acompaña a Gustavo Francisco Petro Urrego impide que gobierne y muestre resultados para ahí sí ocuparse de refundar el mundo y dar solución a todos los problemas de la humanidad. El entorno de una propuesta de cambio distante está de la coherencia entre el discurso y la acción, peligroso es la espiral de cortinas de humo atiza el juego polarizador que acompaña a quien está más preocupado, que sus bodegas, por postear en X, acumula millas en vuelos injustificados y mete las narices en conflictos externos, donde poco y nada importa su opinión. Coyuntura que circunda a Colombia pide empatía y sabiduría para sentarse a construir con quién piensa distinto sin atizar la intolerancia que está acabando con la paz y la coherencia que debe reinar en la construcción de una nueva realidad, es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en AlPoniente.com que esta semana tituló «Las incoherencias del progresismo» y amplía en el podcast «Panorama Digital».
Para el PhD. Barrios Rubio inició el 2024 y los desatinos del gobierno del cambio no se han hecho esperar. Pérdida de los Juegos Panamericanos, derroche del gasto público, inoperancia gestora, naturalización de la violencia, desatención social son la materialización de un fracaso rotundo de la ideología de izquierda en el ejercicio del poder. Muchas fueron las promesas de campaña, esperanza de un cambio, que se diluyen en el tiempo y cada uno de los hechos que rodean a la administración estatal. Diecisiete meses han sido más que suficientes para evidenciar que Colombia con Gustavo Francisco Petro Urrego logró lo que parecía imposible, tener un gobierno más nefasto que el de Andrés Pastrana Arango. La corrupción en su mayor esplendor, aunado a la defensa ciega de personajes como Laura Sarabia, Astrid Rodríguez, Hollman Morris o Jaime Dussan, entre otros, denotan que las prioridades de su mandatario distantes están del cambio por el que votaron 11.291.986 colombianos.
Desconexión de su presidente con la realidad política, económica y social del país, incapacidad para encontrar solución a los problemas que aquejan a la población y las zonas vulnerables de la nación, llevan a una caída vertiginosa de la imagen positiva de su burgomaestre y los principales agentes de la izquierda. Castigo social que comienza a tejerse al interior del colectivo ciudadano, independiente de filiaciones políticas, exalta la urgente necesidad de bajar a su mandatario del avión presidencial para que se centre en los problemas que aquejan al pueblo colombiano. Poner los pies en la tierra para trabajar, ardua y seriamente, piden los ciudadanos a quien mantiene un sesgo internacional que le hace creerse líder mundial, adalid de un progresismo que se toma el poder de las naciones de Centro y Sur América.