Matrícula cero, inversión social, reactivación de la economía y fortalecimiento del empleo, miles de políticas que deben ser ejecutadas en el ejercicio de la democracia desde donde corresponde, el Congreso de la República, y no a la fuerza y desde la imposición como ha querido la marcha protestante. La verdadera intensión de un paro que no fue social sino político ha quedado a la luz pública con la grabación del integrante de FECODE. Lo que hoy se dice, se ha decidido voluntariamente suspender las marchas, tiene por detrás una perdida de respaldo y credibilidad en la mesa central de negociación que estaba hablando con el Gobierno, eso lleva a pensar qué va a pasar con los colectivos estudiantiles, los cabildos indígenas, los grupos empresariales alternativos y demás interesados en esta protesta de inconformismo social; elementos que deben ser llevados a las urnas y se deben discutir con el voto popular y tramitar a través del legislativo, es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de Pulzo.com que esta semana tituló «¿Y el legislativo? Bien gracias…» y amplía en el podcast «Panorama Digital».

Para el PhD. Barrios Rubio inmolación del Comité Nacional del Paro, a cuenta de los maestros, dejó más damnificados que ganadores en 50 días que se fueron a la basura y no se consiguió nada. Hipocresía del sindicalismo parásito colombiano denotó la apuesta de desestabilizar el orden institucional, crear anarquía y violencia social, conexo a una estrategia tendida por quienes dicen integrar un pacto histórico por Colombia para llegar al poder en el 2.022. Intereses mezquinos, de fuerzas humanistas, llevados a las marchas, se atomizó en ideales particulares de políticos locales, colectivos juveniles, cabildos indígenas y grupos gremiales alternativos que tomaron pulso a la resistencia.

Ruptura de la ciudadanía con la institucionalidad, los agentes del orden y la confianza gubernamental solo conduce a la urgente necesidad de una reforma política de fondo e integral, giro de 180º a la instancia democrática que funge en el estamento legislativo y ha sido incapaz de dar trámite a proyectos que atiendan las necesidades del colectivo colombiano. Indolencia social, tolerancia al dolor y el sufrimiento ajeno, uso de eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre, son tan solo unos de los ejes de acción con los que, quienes actúan como honorables legisladores, han querido pasar de agache en medio del caos. Memoria histórica y valores políticos desdibujan la trascendencia que debería tener un órgano democrático como el Congreso de los colombianos, púlpito de representación regional y nacional que tristemente solo se emplea para las arengas y señalamientos que conducen a la polarización y el favorecimiento de los intereses propios, y de las clases más favorecidas, antes que el beneficio del pueblo que los eligió.

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