Primera estación de su presidente al frente del gobierno llega acompañada de miles de sinsabores y pocos logros o aciertos, balance llama a transformaciones tácticas, es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en el Podcast «Panorama Digital».

Pacto Histórico por Colombia tiene en su haber la inexperiencia propia de los primeros días conformando gobierno, entorno que denota que con improvisación difícilmente se hará frente a una inflación que ya está desbordada, un dólar inestable que enciende las alarmas, masacres y asesinatos de líderes sociales que prometió proteger, pérdida del valor accionario de entes estatales y la salida de capitales que ya ahonda la crisis económica que se vislumbra en la nación. Tormenta social, que se teje alrededor de los temas coyunturales que están sobre la mesa, desvía la atención sobre la desaceleración de la economía colombiana y deja en un segundo plano la incertidumbre que generan las erráticas políticas de su mandatario que van desvalorizando los activos más importantes del país. Promesa de vivir sabrosito se diluye en el egocentrismo de Petro Urrego que naufraga en el continuismo de las tradicionales castas políticas, culto amermelado con importantes puestos a cambio de los favores recibidos en el legislativo para aprobar las reformas tramitadas.

Imagen mundial de gran estadista que quiere proyectar su presidente no es coherente con el proceder de un sujeto indescifrable que lucha por un mundo pacifista y envalentona a los delincuentes indultando sus acciones al margen de la ley, protege la vida al tiempo que acaba con el sistema de salud y no ha gestionado una sola vacuna, y hace discursos populistas en pro de la protección ambientalista como caballo de batalla para acabar con el sector más importante del país. En 100 días en la Casa de Nariño, Gustavo Francisco Petro Urrego, consiguió en tiempo récord convertir a Colombia en el país menos atractivo para invertir en la región, discrepancia entre el discurso de campaña y las acciones como su mandatario conlleva a una brecha gigantesca entre los beneficios que se otorgan a las clases políticas, y otras personalidades, en contraste con la ausencia de justicia y equidad social que se prometió a quienes se rotularon como los “nadies”.

Presencia tardía de Petro Urrego en reuniones, y demás temas de la agenda nacional, devela que su presidente está actuando con soberbia, alimentado por sus odios inyecta incertidumbre al exaltar cada actuación que es guiada por esos intereses políticos que tanto atentan contra la democracia. Ejercicio del poder que va de tumbo en tumbo, como cohete sin rumbo, es el que destruye el valor del peso y los sectores productivos del país, biósfera circunstancial que necesita de acciones rápidas y acertadas para hacer frente a la crisis. Más allá del odio, que está al frente de la nariz de los colectivos petristas, se debe ver lo nefasto que resulta la metamorfosis, que propone la izquierda colombiana, sin siquiera tener un plan de transición; mar de contradicciones que impactan a sectores fundamentales acompañada de la nula articulación del gabinete demuestran que Colombia va sin acciones concretas con rumbo fijo al caos.

Caída libre al fracaso delinea la decepción que ya se ve en el rostro de los electores, el temor inversionista ante una inseguridad en crecimiento, figuras políticas afines a la izquierda desconectadas, ministros desentendidos y los subsidios y apoyos prometidos en campaña embolatados. Espiral de riesgo que se agudiza en lo que se esperaba fuera una marcha de apoyo multitudinario y no pasó de ser una reunión de las primeras líneas y sus financiadores que viven en un mundo de fantasía, juego de intereses en donde se observa que su mandatario no tiene el respaldo de la mayoría. Clima de tensión que se respira en la nación es propio de las alianza, nacionales e internacionales, que ahora pondera la izquierda, los problemas de comunicación de Petro Urrego con sus funcionarios y el incumplimiento de factores primarios para la añorada equidad social, y lucha contra la corrupción, prometida por el Pacto Histórico.

Golpe que se propicia con la Reforma Tributaria a las clases menos favorecidas, y los estratos medios de la población, son el reflejo de una política proteccionista, fracasada en Venezuela, Argentina, Nicaragua y demás países que optaron por girar a la izquierda; desastrosa forma de conducir a la miseria y el hambre que produce el progresismo del siglo XXI. Apuesta económica y social de la administración Petro Urrego no tiene base o sustento, pues no ha logrado capitalizar un cambio que haga realidad las propuestas de campaña. Aplicación de la carga contributiva que tendrá el pueblo colombiano acabará con el escaso apoyo que tuvo la marcha de los invisibles este 15 de noviembre, pluralidad y libertad de consciencia que dice tener el progresismo sucumbe en la dicotomía de creer ciegamente en una ideología o reaccionar ante la improvisación y la falta de seriedad en las declaraciones del ícono de la izquierda colombiana. 

Carente estrategia de comunicación de la administración Petro Urrego conlleva a que cada día se pierda la esperanza ante el decrecimiento económico de la nación, quienes creyeron en el cambio prometido siguen esperando diálogos y espacios en los que se sientan partícipes de la transformación por la que votaron en junio de 2022. Alianza público-popular que delinearon como génesis de un nuevo modelo de gestión que empoderaba a las comunidades se pulveriza ante un Plan Nacional de Desarrollo, estructurado por el Pacto Histórico por Colombia, que no pasa de ser páginas y páginas de palabrería sin tecnicismo y rigurosidad. Incoherencia y cinismo es la que acompaña a Gustavo Francisco Petro Urrego que miente para naturalizar un desgobierno que sume al país en un mar de incertidumbre sin plantación a largo plazo, con objetivos realizables, y metas reales. El concepto integral de desarrollo que se trabaja desde la izquierda perdió el enfoque social, económico, cultural y ambiental que le corresponde a un política pública pensada en el desarrollo humano de la nación. 

Colombia no puede apostar por hacer política a punta de subsidios, es momento de empezar a generar el desarrollo en la urbe y el campo propiciando un ecosistema de educación, emprendimiento e inversión; la generación de riqueza parte de la iniciativa particular, un subsidio no saca de la pobreza a nadie. Integrantes de la administración Petro Urrego, y sus seguidores, deben dejar de echarle la culpa a los demás y comprender que es necesario ser autocríticos y entender que, sin distingos de ideologías, es responsabilidad de todos los integrantes del colectivo social el aportar a construir un mundo mejor. El potenciar la creación de empresas dará señales de estabilidad, por ello es clave que desde el gobierno se brinde un equilibrio que garantice seguridad, señales de una economía saludable que no ahoga con impuestos a los inversionistas y crea escenarios de innovación respetando el planeta y la vida en todas sus expresiones.

Contrario a lo que pregona el progresismo y la izquierda, el mejor antídoto contra la pobreza es la productividad, y el mayor rendimiento se da cuando la economía ofrece estímulos y recompensas para el que trabaja mucho, para el que hace un esfuerzo extraordinario y para las inversiones crecientes. El trabajo digno, la iniciativa y la competencia, transforman y recuperan la confianza, atrapar la economía en la ideología política no permite enfocar las acciones en índices de desarrollo social; la pobreza oprime y obstaculiza el garantizar una mayor cobertura de los derechos fundamentales que deben ser una prioridad en todos los gobiernos. Reto para los próximos días de su presidente será demostrar que entregará el poder en cuatro años, como lo establece la constitución, y el permitir una estabilidad que no se vea atomizada por una reforma a la salud y el marco laboral, gestión del cambio que con pragmatismo no terminará por agudizar el profundo desequilibrio social que agita la lucha de clases que quiere excitar el Pacto Histórico.

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