Bochornoso espectáculo que se vivió esta semana en la Cámara de Representantes no es más que el fiel reflejo de la degradación de la clase política colombiana, plagio, corrupción indelicadezas, nexos non-santos, están a la orden del día en las corrientes de izquierda, centro y derecha. Un tema que pone en tela de juicio a quiénes se van a elegir de cara a las elecciones de 2.022. Componendas políticas, económicas y sociales que dejan mucho que desear frente al ideal de una sociedad en reconstrucción y, por qué no, de recomposición no solo en términos de paz sino en todos los estamentos democráticos. Unas causas y unas consecuencias que ahora no se miden con el racero que se deberían medir, pero traerán consecuencias de cara a futuro, una credibilidad tambaleante que es pisoteada con esos hechos que cada vez son peores y que dejan una seria incógnita sobre qué pasarán en esta Colombia de 2.022 en adelante; es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en Pulzo.com que esta semana tituló «Indelicadeza política y social» y amplía en el podcast «Panorama Digital».
Para el PhD. Barrios Rubio deshonestidad y corrupción parecen ser los postulados que reinan en la clase política colombiana que cada vez es más desprestigiada. Bochornosos actos, que ubican en el escarnio público a los agentes gubernamentales colombianos, denotan la podredumbre que existe al interior de los movimientos políticos y el esfuerzo de las ideologías de izquierda, centro y derecha, por pisotear la escasa credibilidad que los acompaña. Plagio, ratificado por la Universidad Externado de Colombia, en la tesis de Maestría de la Presidenta de la Cámara de Representantes, Jennifer Arias, denota que a los legisladores les cuesta, y mucho, rechazar un acto antiético, ilícito y deshonesto.
Capacidad de autocrítica de los dirigentes es la que los lleva a cometer cada barbaridad y que el país, atónito, pueda observar cada semana un hecho que supera al anterior; defensa a capa y espada de lo inmoral es lo que ratifica el cinismo de quienes, pese a las pruebas, se niegan a aceptar sus maniobras non-sanctas. Infortunadamente se volvió muy común en Colombia que la justicia esté del lado del delincuente, que la clase política, de todos los sectores, se interese por el beneficio propio y no el de todo un país, y que los candidatos a cargos públicos se inventen títulos de doctorado o cometan fraude en sus tesis de grado; la mentira es el estandarte de los corruptos para ser elegidos. Complicidad con el delito conlleva a que se olvide fácilmente que la copia en la academia, el sector público o privado no solo es una falta a la ética sino un delito.