Un presidente descertificado y sin visa no es solo un mandatario que tropieza en el terreno internacional; es la representación de un país que ve erosionarse décadas de construcción diplomática y de alianzas estratégicas. La pérdida de confianza de Estados Unidos se traduce en menor cooperación, en dudas de los inversionistas, en advertencias de organismos multilaterales y, sobre todo, en un debilitamiento de la voz de Colombia en los escenarios donde realmente se toman decisiones globales. La insistencia de Gustavo Francisco Petro Urrego en presentarse como víctima de un sistema que lo persigue es una estrategia útil para mantener encendida la llama de su base política, pero resulta letal cuando se proyecta como política de estado. La diplomacia no se construye sobre agravios ni se sostiene con discursos incendiarios; requiere pragmatismo, resultados y confianza mutua. Colombia necesita un estadista que sume, que dialogue y que construya futuro, no un gobernante atrapado en la eterna épica de la victimización. Es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en AlPoniente.com que esta semana tituló «La diplomacia reducida a victimización» y amplía en el Podcasts «Panorama Digital».
Para el PhD. Barrios Rubio la imagen de Gustavo Francisco Petro Urrego, quien ha sido descertificado en la lucha antidrogas y le fue retirada la visa para ingresar a Estados Unidos, sufrió un impacto que debe ser considerado más allá de un simple traspié diplomático. Es la evidencia de un gobierno que confunde soberanía con confrontación y liderazgo con victimización. Lo de ahora, es la oportunidad perfecta para materializar la intención de su presidente, utilizar cada señal de desconfianza internacional como un argumento para fortalecer su narrativa épica. Sin embargo, la realidad es contraria: Colombia está perdiendo credibilidad. Gustavo Francisco Petro Urrego está experimentando un declive progresivo en el contexto global.
Esta situación es el resultado de una diplomacia que ha sido construida principalmente a través de discursos públicos en lugar de basarse en resultados concretos y medibles. La relación entre Colombia y Estados Unidos ha sido históricamente un indicador de la estabilidad política y económica del país. Desde el Plan Colombia hasta el Tratado de Libre Comercio y la cooperación en materia de seguridad, la interlocución con Washington se convirtió en un eje de la política exterior. Es pertinente mencionar que, durante más de dos décadas, Colombia ha sido reconocida como el aliado más confiable de la región en la lucha contra el narcotráfico y en la defensa de la democracia. En la actualidad, dicha relación se encuentra en una etapa de suma importancia.