Se cumplió el primer año en el poder de Gustavo Francisco Petro Urrego, más dudas que certezas deja un gobierno en el que la izquierda ha hecho gala de su inoperancia e incapacidad gestora. Escándalos están a la orden del día y desgastan la imagen de su mandatario que cada vez tiene un menor margen de gobernabilidad. Tras pies que sufrió la agenda del cambio, en el inicio de la nueva legislatura, denota que no será nada fácil el tránsito de las reformas en el congreso y que la coalición de gobierno está cada vez más debilitada y con más actores políticos ejerciendo la oposición. Balance que se quiso mostrar como exitoso no puede tapar con un dedo lo que está ocurriendo, el Pacto Histórico y sus aliados se quedaron en el discurso y han sido incapaces de comenzar a ejercer el gobierno como les corresponde, es lo que afirma el periodista-investigador-coaching, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en Alponiente.com que esta semana tituló «Muchas promesas y poco cambio» y amplía en el podcast «Panorama Digital».

Para el PhD. Barrios Rubio retraso e incumplimiento que caracterizan a Gustavo Francisco Petro Urrego es la base de una propuesta de cambio que está refundida, y cada vez más distante a su punto de llegada. 365 días en el ejercicio del poder son la materialización de una agenda de odio y resentimiento que acompaña a los militantes de la izquierda. Este 7 de agosto se conmemoró el primer año del Pacto Histórico en la Casa de Nariño, días amargos en los que se pierde el respaldo de los electores y se esgrimen 15 mil millones de motivos que complejizan la gobernabilidad de Gustavo Francisco Petro Urrego. Masacres, asesinatos de policías y militares, incremento de homicidios ciudadanos, aumento de los secuestros, paupérrima lucha contra las drogas, alza desmedida de la gasolina, terrorismo nuevamente controlando las regiones, la corrupción al tope, son tan solo unas de las aristas que complejizan el balance de los 365 días del gobierno.

Doce meses han sido más que suficientes para comprobar que los vientos de crisis que se presagiaban no eran infundados, incapacidad, política y social, para concertar las reformas polariza las posturas de un colectivo que quiere cambiarlo todo frente a una amplia mayoría que hace oposición y cree que sí hay que hacer ajustes, pero sin acabar con todo. Reformismo institucional que se toma a Colombia siembra en el ambiente un clima de tensión, miedo e inestabilidad que atomiza la economía de la nación. Narrativa negativa que se extiende sobre el país es la consecuencia de tener al frente del gobierno a un sujeto que ha demostrado que no sabe de gestión y solo hace alianzas con criminales, guerrilleros y narcos que tienen como propósito destrozar la institucionalidad democrática de los colombianos.

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