Narrativa de igualdad que se vende en el gobierno del cambio desconoce las diferencias de pensamiento y actuación que constituyen la esencia del ser humano.

Incoherencias que acompañan al Pacto Histórico por Colombia se materializan en cada una de las acciones que se conocen de la administración Petro Urrego, lucha de clases, que se construye con un discurso de odio, está circunscrita a la ideología de un movimiento que apuesta por instituir en el país una distopía que agudice la fragmentación social ya existente. Profundas diferencias económicas que se exaltan, entre unos y otros, son la base de una destrucción paulatina del colectivo ciudadano, política de estado que disfraza de justicia social la farsa burocrática que se teje con un Ministerio de la Igualdad y Equidad, foco de corrupción adicional al que se decía se quería erradicar con la izquierda en el poder. Laboratorio de solución a los problemas de la nación, que cree ser su presidente, está concentrado en crear problemas inexistentes, acrecentar dilemas filosóficos para de esa forma ofrecer soluciones equivocadas a cuestiones innecesarias, focos de acción que lo pontifican como un ser celestial. 

Testaruda bandera de la paz total con la que se arropa la impunidad con que se pretende premiar a los delincuentes, con el argumento de que sus crímenes son políticos, devela un desequilibrio en la visión de futuro y el acoplamiento de un entorno en el que existan las mismas oportunidades para todos. Se está al frente de una espiral en la que se hace todo lo posible por destruir la identidad de los niños, atomizar el concepto de familia y aniquilar la figura masculina, grito de resentimiento y populismo que pone en el ojo del huracán a su vicepresidenta, Francia Márquez, personaje que genera división y encarna resentimientos. Lucha por mejorar la calidad de vida digna de la sociedad sucumbe ante los subsidios que se proponen como incentivo para prevenir la violencia de los grupos armados, concepto del facilismo que no incentiva la disciplina y perseverancia para la consecución de objetivos en el corto, mediano y largo plazo.

Antes que pensar en aumentar la burocracia, inútil y parasitaria, su mandatario debería propender por reducir el gasto y la corrupción para de esa forma aumentar la inversión que permita a la gente vivir con el fruto de su propio trabajo y esfuerzo. La educación y salud, de calidad, van de la mano con un cambio estructural de un colectivo en el que los jóvenes se alejan de la vagancia, que trae consigo los subsidios, y comprenden que el futuro exitoso está en sus manos; espiral de igualdad en la que se entiende que los derechos son para todos y no solo para quienes optaron por ser militantes de los colectivos que se conocen como “primeras líneas”. El derecho a la vida, a ser reconocido sin ser discriminado, a la libre expresión y a vivir en condiciones de desarrollo y bienestar integral, son la base y los cimientos para refundar una Colombia que tiene derecho a vivir en Paz.

Grave problema de los fanáticos seguidores de la izquierda es que no han logrado entender que cada uno de los seres humanos de este planeta son diferentes, hasta la suerte, con sus beneficios, es disímil en cada una de las personas, pero todos tienen los mismos deberes y derechos al interior de una sociedad. Garantías que se ofrecen, desde el gobierno colombiano, a quienes históricamente han sido vulnerados es la utopía de un Ministerio de la Igualdad y Equidad que desde su proyección está cargado de mediocridad, postulado de oscurantismo que busca eclipsar que los seres humanos jamás serán iguales, pues por naturaleza los ciudadanos son sujetos diversos que transitan por el mundo y constituyen una comunidad en la que siempre existirá gente más preparada, trabajadora, ambiciosa y talentosa que otra. 

Impulso que se da desde la administración Petro Urrego a un movimiento de masas, que encuadre a toda la sociedad como “iguales”, es el primer paso para instaurar mecanismos de control social y represión, totalitarismo democratizador que delinea un acceso a tierras, salud y educación sin reconocer la diversidad y posibilitar un diálogo vinculante que no silencie a ese 50% del país que no votó por el Pacto Histórico. Envidia frente a la riqueza es la que lleva a hundir a la industria y ahuyentar la inversión extranjera, el propósito de la izquierda parece estar concentrado en nivelar al colectivo social en el ingreso mínimo, biósfera de pobreza que desconoce que ningún país es igual en materia de ingresos, política socioeconómica que estructura flujos de posibilidades que apuestan por menores necesidades y mayor poder adquisitivo; trabajo real que ya se hace desde el Departamento Administrativo para la Prosperidad Social, pero se desconoce para cumplir con la cuota de campaña prometida a su vicepresidenta, Francia Márquez.

Complejo resulta no entender que la equidad es diferente a la igualdad, para vivir sabrosito se requiere reconocer que los colombianos, en su composición regional, son diversos y diferentes, esencia que los refuerza culturalmente. Afros, indígenas, y demás comunidades que se sienten discriminadas, más que de un Ministerio adolecen de un gobierno que, con hechos coherentes, conlleve a cumplir la constitución y la ley. Quienes vienen del futuro, aquellos que ya vivieron esta historia en la Venezuela de Hugo Chávez Frías, tienen claro que peligroso es crear un ministerio para cada tema y nombrar funcionarios que desconocen, poco respetan y en nada exigen cumplir las normas. Mensaje de tranquilidad para la nación será que no se insista en adoctrinar a favor del petrismo, se alinee la izquierda progresista con la libertad pensamiento y criterios que propendan por proyectos que benefician a todos y no solo a la casta política que es bastante hábil para repartir la torta que calma el apetito burocrático de muchos.

Arriesgado resulta, el propósito de la izquierda progresista, uniformar el colectivo social sumido en la miseria, ejemplos ya hay muchos en donde los ciudadanos están haciendo filas para alimentarse y lejos se ven de contar con los servicios básicos. Sujetos educados, cuerdos, trabajadores y con aspiraciones difícilmente comen cuento de los culebreros vendedores de humo que quieren engatusar con fantasías de igualdad que hacen creer que el mundo tiene una deuda social con ellos por el simple hecho de haber nacido. No es quitándole a los que han trabajado que se mantendrá a los vagos, muy mal andan los “nadies” pensando que el mundo les debe pleitesía sin tener deberes con la sociedad. La igualdad que propone su presidente solo se logra atrayendo inversión, política de acabar con las empresas denota improvisación y que en Colombia toma carrera el derecho a gobernar por su color de piel, tendencia sexual o tradición cultural, y no cómo debe ser: por su condición intelectual, calidades éticas y capacidad de servicio.

La base de la justicia social, económica y ambiental será que los delincuentes sean juzgados conforme a la ley, paguen cárcel sin impunidad, y no sean beneficiados con curules en el legislativo e indultos propios de estamentos amañados como la JEP. Sofisma de la izquierda anarquista es la dialéctica que, con semántica populista, busca cautivar adeptos mediante el enojo y la frustración de quienes no se sienten representados en el gobierno; creer que la igualdad es llevar a los ciudadanos cumplidores de la ley, al mismo nivel de los terroristas, ladrones, asesinos, secuestradores, politiqueros corruptos, violadores y demás miembros de las organizaciones criminales. El eufemismo favorito de los socialistas, para quedarse con lo que no han trabajado, es sumir a las naciones en la pobreza absoluta mientras sus cabecillas se enriquecen, populismo que espanta las oportunidades olvidando que el trabajo, el esfuerzo, la disciplina y la perseverancia son los ingredientes para evolucionar y avanzar.

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