El oportunismo de discurso que acompaña a Gustavo Francisco Petro Urrego es diametralmente opuesto a la ejecución de políticas que puedan reconciliar y enderezar el rumbo del país. Colombia necesita de un gobierno colectivo, y no de tufillo dictatorial. Este momento de la historia exige empezar a integrarse y crear fuerzas que renueven la nación, las agendas partidistas eclipsan el bienestar del país. La polarización y los intereses particulares socavan la búsqueda de soluciones consensuadas. Es hora de priorizar el diálogo constructivo sobre la confrontación estéril, trabajar juntos por el progreso de toda la ciudadanía. Por no tener claro el pasado político y personal de su presidente los colombianos no lograron entender qué pretendía quien de dientes para afuera prometía el cambio, pero en el fuero interno tenía oscuros propósitos para todos, lobo rapaz en representación de intereses particulares que van en detrimento de la población colombiana, fue lo que afirmó el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en AlPoniente.com que esta semana tituló «El ausente» y amplía en el podcast «Panorama Digital».
Para el PhD. Barrios Rubio en Boyacá se encontró el gobierno del cambio para su conclave, el gran ausente, como siempre, fue su presidente. El retiro de reflexión, propuesto por la izquierda en el Club Militar de Oficiales de Paipa, fue escenario para hablar de los miles de errores y los escasos aciertos de la administración de Gustavo Francisco Petro Urrego. Veintiún meses de gobierno han sido más que suficientes para gestar un desastre en manos de su mandatario. Pérdida paulatina del respaldo popular es el mejor indicador de que no se están haciendo bien las cosas y es necesario dar un giro de 180º en la concepción de la política pública. Reunión del alto gobierno logró delinear un balance con un reto que no será fácil, comunicar a Colombia una visión de país que distante está de la realidad que circunda el territorio nacional.
El ejercicio gubernamental de Gustavo Francisco Petro Urrego, y el cuerpo ministerial, requiere un plan de choque que atienda a un colectivo ciudadano, desencuadernado, sumido en una profunda polarización política, enfrentado al desacuerdo de un cambio imperfecto que se quiere imponer a la fuerza. Los elevados índices de corrupción, la extendida crisis social, sumado a una economía en profundo proceso de recesión, entre muchas otras variables, requieren en el poder una alternativa política que, con pulso firme, enfrente la situación y enderece el rumbo de Colombia. Una vez más ha quedado en el ambiente un tufillo de inexperiencia, la figura de un liderazgo escueto, que decepciona, en la imagen de Gustavo Francisco Petro Urrego. Inasistencia de su presidente, en un amplio espacio del conclave, siembra dudas sobre el reconocimiento que hace el gobierno a sus problemas de gestión e inadecuada ejecución del presupuesto.