Populismo y demagogia que está a la pesquisa de puntos comunes a lo largo y ancho de Latinoamérica despierta simpatías y odios entre los mandatarios del continente. Daño hace al país caer en el juego de promesas ideales imposibles de ser llevadas a la realidad, disrupción política del continente recrudece la polarización ideológica y contribuye al clima de hostilidad social. La prudencia, que hace verdaderos sabios, no es propiamente una de las virtudes que acompaña a Gustavo Francisco Petro Urrego en el ejercicio del poder. Las relaciones diplomáticas arden no solo por lo que se dice, en X o en plaza pública, sino por el tono que se emplea, ajustado a la calentura del momento de su presidente. Los principios que rigen la política exterior no pueden seguir al vaivén de quien todavía es identificado por su pasado guerrillero, un personaje atípico y desubicado que siempre llega primero a donde nadie lo ha invitado, y de último a donde lo están esperando, es lo que afirma el periodista-investigador-coaching digital, Andrés Barrios Rubio, en la columna de opinión en AlPoniente.com que esta semana tituló «Verdades que duelen» y amplía en el podcast «Panorama Digital».

Para el PhD. Barrios Rubio crisis diplomática entre Colombia y Argentina, superada en las últimas horas por las cancillerías, debe ser analizada más allá del pecado de la lengua. Lo dicho por Javier Milei lejos de ser un chisme, una charla ociosa, una mentira, una exageración, un ataque duro o un comentario poco caritativo, tiene que ser tomado con pinzas. Ataque de dignidad de Gustavo Francisco Petro Urrego no logra tapar, con un dedo, lo que es una verdad y muchos quieren nublar con la construcción tergiversada de la historia colombiana. Lo expresado por el presidente argentino, Javier Milei, en contra de su presidente el 26 de enero a Ángela Patricia Janiot, donde lo calificó como “un comunista asesino que está hundiendo a Colombia”, o lo ratificado este 31 de marzo a Andrés Oppenheimer, donde dijo que “mucho no se puede esperar de alguien que era un asesino terrorista”, es un contundente dardo para quien hoy quiere posar de demócrata olvidando las consecuencias que dejó su pasado beligerante.

Pronunciamientos del argentino y el colombiano vulneran la diplomacia, trasgreden el decoro que debe revestir el fuero presidencial, y lejos está de la asertividad, el lenguaje respetuoso y la sagacidad que se debe tener para actuar en las relaciones exteriores. Declaraciones altisonantes del mandatario argentino, a diferencia de las que ha tenido Gustavo Francisco Petro Urrego contra sus homólogos en diversas ocasiones, distantes están de estar plagadas de contradicciones e inexactitudes. Alegoría que se despierta entre los fanáticos aduladores, del progresismo socialista propuesto en Colombia, no puede desconocer la conexidad de su dignatario con la violencia guerrillera colombiana.

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